miércoles, 2 de enero de 2008

Purificación del alma


Cuando se presentan desafíos la mentalidad cambia, y con ella, las estrategias de lucha... pero cuando son disputas del corazón, los latidos y la pasión son las únicas herramientas para sobrevivir. Uno no escoge a quién amar, pero sí, podemos elegir cómo amar. Para iniciar un combate, debemos estar limpios y sanos de cuerpo y alma. Se han cometido errores, hubo daños, pero no son mis caminos a seguir, por el contrario... logré seguir por los desvíos correctos. No existen culpables porque ese grado de responsabilidad, hace mucho tiempo dejó de ser mi brújula. No siento ese dolor que carcome, no te culpo... el paso del tiempo está cicatrizando cada herida que sangraba en aquel momento... hoy, lograste ser el cirujano perfecto para borrar cada rasguño que ardía en el fondo de mi ser. Estoy lista, comenzaré la batalla más importante de mi vida... proteger mi territorio porque así lo decidió el destino y no quiero defraudarlo. A la adversidad quiero ganar, a las balas que atenten contra mi lucha, poder esquivar... y si no logro quitarme de su recorrido, poder contar con el mejor escudo a su fuerza destructiva y aniquiladora. Para este combate, necesito trabajar en equipo... mi regimiento es tu corazón, no te escondas antes de las bombas... ¿¡Qué más ataque puedes recibir!? Ser el blanco del atentado es la mejor estrategia para saber vencer; que cada sudor sea señal de esfuerzo, que cada caída sea pararse más firme y que cada rabia sea signo de perseverancia. Esa mano invisible llamada destino, o esa insistencia de la vida por unir a dos guerreros será nuestro mejor aliado. Tal vez, hemos perdido muchos enfrentamientos y los recursos para declarar una guerra, estén en riesgo de perderse para siempre... no es el límite para impedir la entrada al campo de batalla. Los muros son de protección, no de tope para dejar de avanzar... de los errores se aprende, no se condena... y del acto de fallar nace la fuerza de reparar. No estoy dispuesta a que tus culpas culpen el renacer, y no dejaré que mueras sin antes haber amado la vida.